GUIA 4 EJERCICIO 2 GRADO 10
INSTITUCIÓN EDUCATIVA INSTITUTO KENNEDY PERIODO DOS
LENGUA CASTELLANA
GRADO 10 GUIA 4 EJERCICIO DOS
Al correo castellanoik@gmail.com
O al whatsapp 3113188948 por el medio que crea
que sea más conveniente, digitado o foto de su cuaderno.
Fechas:
del 23 de junio al 10 de julio
Fecha
máxima para la entrega 13 de julio
OBJETIVOS
» Establecer una interpretación de un texto.
» Analizar la realidad por medio de ensayos argumentados.
Presentación
de una hipótesis de interpretación de un texto según la intención y el sentido
global.
“No son las cosas sino nuestra interpretación de ellas lo
más importante.
Rob McBride. Conferencista estadounidense (1963).
Cada vez que leemos un texto u observamos una imagen solemos
comprenderlos e interpretarlos. Pero, ¿qué pasa cuando los mal-interpretamos?,
¿por qué pasa esto?, ¿de qué depende que comprendamos bien un texto? A través
de las siguientes actividades podrás dar respuesta a estas preguntas, llegando
a ser consciente de la importancia de la contextualización de un texto, tener
presente y analizar las ideas tanto principales como secundarias y al finalizar
tendrás una posición crítica ante los textos que leas.
1.
Observa con atención los siguientes
textos cortos e imágenes:.
1
2
3
4 Imagina que estás
tu casa sentado en una ________________ y mientras miras ________________. De
pronto, el lugar en donde estás sentado _______________ a moverse, las lámparas
se balancean, las ventanas vibran y los objetos se _________________ de los
estantes. Todo este _________________ dura unos pocos ________________, después
de los cuales, la tranquilidad ____________________. No hay dudas. Lo que acabas
de experimentar es un terremoto.
Ahora que has observado bien las imágenes, responde las
siguientes preguntas:
1.1 Para ti ¿qué significan estos textos cortos e
imágenes?
IMAGEN 1
IMAGEN 2
IMAGEN 3
TEXTO 4
1.2 ¿Qué pasa con los mensajes de los textos e imágenes?,
¿por qué pueden ser mal interpretados?
IMAGEN 1
IMAGEN 2
IMAGEN 3
TEXTO 4
1.3 ¿Hay alguna forma de mejorar el mensaje para que éste
sea más claro? Qué le agregarías, qué le quitarías, cómo lo harías vos?
IMAGEN 1
IMAGEN 2
IMAGEN 3
TEXTO 4
Ahora ten en cuenta las siguientes textos e imágenes:
Según un etsduio de una uivennrsdiad ignlsea no ipmotra el
odren en el que las ltears etsen ersciats, la uicna csoa ipormnte es que la
pmrirea y la utlima ltera estén ecsritas en la psiocion cocrrteaEl rsteo peuden
estar taotlmntee mal y aun prodas lerelo sin pobrleams. Esto es pquore no
lemeos cada ltera en si msima, pero si la palabra cmooo un todo. ¿ No te paree
aglo icrneible?
3573 M3N54J3 35 94R4 D3M057R4R L45 C0545 74N INCR3I8L35 QU3
9U3D3 H4C3R NU357R0 C3R38R0. 5I L06R45 L33R 3570 9U3D35 53N7IR73 O6ULL050 D37U
IN73LI63NCI4, Y4 QU3 50L0 CI3R745 93R50N45 L0 L06R4N. 35T0 53 D383 4 QU3 3L
H3M15F3R10 D3R3CH0 D3L C3R38R0 450C14 L05 51M80L05 94R3C1D05 4 L45 L3TR45 QU3
C0N0C3M05 N0RM4LM3NT3 Y 451 L06R4M05 L33R C0N F4C1L1D4D. D4L3 M3 6U574 Y 9364L0
3N 7U MUR0 51 L0 L06R4573
2. Con base en estos textos e imágenes,
responde las siguientes preguntas:
• ¿Por qué crees que podemos entender el texto?
• ¿Es necesario comprender todas las palabras cuando uno
está leyendo algo?
Y, ¿por qué sucede esto?
Muchas veces, nuestro
cerebro hace conexiones a las cuales ya está acostumbrado. A medida que leemos,
comprendemos y podemos predecir qué palabra continúa, aunque a veces nos engaña
y al leer en voz alta cambiamos palabras. No es necesario comprender todas las
letras de una palabra para la comprensión, pero esto se debe también al
contexto, es decir, al resto del texto.
Leer es muy diferente a
comprender lo que leemos y nuestro cerebro lo sabe. Por esto, es capaz de crear
maneras ingeniosas de leer un texto, de una forma diferente a cómo lo
aprendimos y de manera rápida. Bien lo dice la primera imagen, sólo necesitamos
que la primera y la última letra estén en su puesto y listo, lo comprendemos.
3.
Lee con atención el ensayo “La moral del
juguete de Charles Baudelaire? y responde la pregunta que se encuentra
al final
Hace muchos años -¿cuántos? no lo sé; se remonta a los
nebulosos tiempos de la primera infancia, mi madre me llevó de visita a casa de
una señora Panckoucke. ¿Era la madre, la mujer, la cuñada del Panckoucke
actual? Lo ignoro. Me acuerdo que era un palacete muy tranquilo, uno de esos
palacetes en que la hierba verdea los rincones del patio en una calle
silenciosa, la rue des Poitevins.
Me acuerdo claramente de que esta dama estaba vestida de
terciopelo y pieles. Al cabo de algún tiempo, dijo: «He aquí un muchachito al
que quiero darle algo, para que se acuerde de mí». Me cogió de la mano, y
atravesamos varias estancias; después abrió la puerta de una habitación que
ofrecía un espectáculo extraordinario y verdaderamente fantástico. Las paredes
no se veían, tan cubiertas de juguetes estaban. El techo desaparecía bajo una
floración de juguetes que colgaban como maravillosas estalactitas. El suelo
apenas ofrecía un estrecho sendero en el que poner los pies. Había allí un
mundo de juguetes de todas clases, desde los más caros a los más modestos,
desde los más simples a los más complicados.
«He aquí, dijo, el tesoro de los niños. Dispongo de un
pequeño presupuesto dedicado a ellos, y cuando viene a verme un niñito amable,
lo traigo aquí, para que se lleve un recuerdo mío. Elige.»
Con esa admirable y luminosa prontitud que caracteriza a los
niños, en quienes el deseo, la deliberación y la acción forman, por así decir,
una sola facultad, por la que se distinguen de los degenerados hombres, en
quienes, por el contrario, la deliberación devora casi todo el tiempo, me
apoderé inmediatamente del más bonito, del más caro, del más llamativo, del más
fresco, del más extraño de los juguetes. Mi madre protestó por mi indiscreción
y se opuso obstinadamente a que me lo llevara. Quería que me contentase con un
objeto infinitamente mediocre. Pero yo no podía permitirlo y, para llegar a ese
acuerdo, me conformé con un justo medio.
A menudo he fantaseado con la idea de conocer a todos los
amables niñitos que, al haber en la actualidad atravesado una buena parte de la
cruel vida, manejan desde hace tiempo nada más que juguetes, y cuya
despreocupada infancia tomó, en otro tiempo, un recuerdo del tesoro de la Sra.
Panckoucke.
Esta aventura es la causa de que no pueda detenerme ante una
tienda de juguetes y pasear mis ojos por el inextricable revoltijo de sus
curiosas formas y de sus colores dispares, sin pensar en la dama vestida de
terciopelo y pieles, que se me aparece como el Hada de los juguetes.
He conservado además un afecto duradero y una admiración
razonada por esta singular estatuaria que, por su lustrosa limpieza, el brillo
cegador de sus colores, la violencia en el gesto y la decisión en la forma,
también representa las ideas de la infancia sobre la belleza. En un gran
almacén de juguetes hay una alegría extraordinaria que lo hace preferible a un
hermoso piso burgués.
¿No se encuentra allí toda la vida en miniatura y mucho más
coloreada, limpia y reluciente que la vida real? Allí vemos jardines, teatros,
hermosos vestidos, ojos puros como el diamante, mejillas encendidas por la
pintura, encajes encantadores, coches, caballerizas, establos, borrachos,.
charlatanes, banqueros, comediantes, polichinelas que parecen fuegos
artificiales, cocinas y ejércitos enteros, bien disciplinados, con caballería y
artillería.
Todos los niños hablan a sus juguetes; sus juguetes se
convierten en actores en el gran drama de la vida, reducido por la cámara
oscura de su pequeño cerebro. Los niños demuestran con sus juegos su gran
capacidad de abstracción y su elevada potencia imaginativa. Juegan sin
juguetes. No hablo de esas niñas que juegan a las señoras, se hacen visitas, se
presentan a sus imaginativos hijos y hablan de sus vestidos. Las pobres
pequeñas imitan a sus mamás: preludian ya su inmortal puerilidad futura, y
ninguna de ellas, con seguridad, será mi mujer… Pero la diligencia, el eterno
drama de la diligencia jugado con sillas: la diligencia-silla, los
caballos-sillas, los viajeros-sillas; ¡lo único vivo es el postillón! El tiro
permanece inmóvil, y sin embargo devora con ardiente rapidez espacios
ficticios. ¡Qué simplicidad de puesta en escena! ¿No es para hacer ruborizarse
de su impotente imaginación a ese público hastiado de que exige a los teatros
una perfección física y mecánica y no concibe que las piezas de Shakespeare
seguirán siendo bellas con un aparato de una bárbara simplicidad? ¡Y los niños
que juegan a la guerra! No en las Tullerías con verdaderos fusiles y verdaderos
sables; hablo del niño solitario, que gobierna y lleva por sí solo al combate
dos ejércitos. Los soldados pueden ser tapones, dominós, peones, tabas; las
fortificaciones serán tablas, libros, etc.; los proyectiles, canicas o
cualquier otra cosa; habrá muertos, tratados de paz, rehenes, prisioneros e
impuestos.
Esta facilidad para contentar su imaginación testimonia la
espiritualidad de la infancia en sus concepciones artísticas. El juguete es la
primera iniciación del niño en el arte, o más bien su primera realización y,
llegada la madurez, las realizaciones perfeccionadas no darán a su espíritu el
mismo entusiasmo ni la misma creencia.
Y asimismo, analicen ese inmenso mundo infantil, consideren
el juguete bárbaro, el juguete primitivo, cuyo problema consistía para el
fabricante en construir una imagen tan aproximada como fuera posible con
elementos tan simples: por ejemplo, el polichinela plano, movido por un solo
hilo; los herreros que golpean el yunque; el caballo y su caballero en tres
piezas, cuatro clavijas para las piernas, la cola del caballo formando un silbato
y en ocasiones el caballero llevando una plumita, lo que es un gran lujo.
¿Creen ustedes que esas imágenes simples crean una realidad menor en el
espíritu del niño que esas maravillas del Año Nuevo que son más un homenaje del
servilismo parásito a la riqueza de los padres que un regalo a la poesía
infantil?
Tal es el juguete del pobre. Cuando salgan por las mañanas
con la intención decidida de callejear solitariamente por las avenidas,
llénense los bolsillos de esas pequeñas invenciones, y, junto a las tabernas,
al pie de los árboles, regálenlas a los niños desconocidos y pobres que
encontrarán. Verán agrandárseles desmesuradamente los ojos. Primero no se
atreverán a aceptarlo, dudarán de su suerte; después sus manos atraparan
ávidamente el regalo y huirán como hacen los gatos que van a comer lejos de uno
el trozo que se les ha dado, al haber aprendido a desconfiar del hombre. Esta
es sin duda una gran diversión.
Creo que generalmente los niños actúan sobre sus juguetes;
en otros términos, que su elección está dirigida por disposiciones y deseos,
vagos, es cierto, no formulados, pero muy reales. Sin embargo, no afirmaría que
no suceda lo contrario, es decir, que los juguetes actúen sobre el niño,
especialmente en los casos de predestinación literaria o artística. No sería
sorprendente que un niño de esta clase, a quien sus padres regalaran
principalmente teatros, para que pudiera continuar sólo el placer del
espectáculo y de las marionetas, se acostumbrara ya a considerar el teatro como
la forma más deliciosa de lo bello.
Hay una clase de juguete que tiende a multiplicarse desde
hace algún tiempo, y del que no hablaré ni bien ni mal. Me refiero al juguete
científico. El principal defecto de esos juguetes es el de ser caros. Pero
pueden entretener durante mucho tiempo y desarrollar en el cerebro del niño el
gusto por los efectos maravillosos y sorprendentes. El estereoscopio, que da en
relieve una imagen plana, pertenece a ese grupo. Tiene ya varios años. El
fenakistiscopio, más antiguo, es menos conocido.
Me gustaría decir unas palabras sobre las costumbres de los
niños respecto a sus juguetes, y sobre las ideas de los padres en esa
conmovedora cuestión. Hay padres que nunca regalan juguetes. Son personas
graves, excesivamente graves, que no han estudiado la naturaleza, y que
generalmente hacen desgraciados a todos los que les rodean. No sé por qué me
figuro que apestan a protestantismo. No conocen ni permiten los medios poéticos
de pasar el tiempo. Son las mismas personas que darían gustosas un franco a un
pobre, a condición de que se atiborrara de pan y le negarían siempre dos
céntimos para que apagara su sed en la taberna. Cuando pienso en cierta clase
de personas súper razonables y antipoéticas que tanto me han hecho sufrir,
siento que el odio pellizca y agita mis nervios. Hay otros padres que
consideran los juguetes como objetos de muda adoración; hay trajes que al menos
está permitido ponerse los domingos; ¡pero los juguetes deben tratarse de muy
distinta manera! Y así, apenas el amigo de la casa ha depositado su ofrenda en
el mandil del niño, la madre feroz y ahorrativa se precipita encima, lo guarda
en un armario, y dice: Es demasiado bonito para tu edad; ¡lo usarás cuando seas
mayor! Uno de mis amigos me confesó que nunca había podido disfrutar de sus juguetes.
–Y cuando me hice mayor, añadía, tenía otras cosas que hacer. Por lo demás, hay
niños que hacen lo mismo: no usan sus juguetes, los economizan, los ponen en
orden, hacen con ellos bibliotecas y museos, y de vez en cuando los enseñan a
sus amiguitos rogándoles no tocar. Desconfiaría de buena gana de esos
niñoshombres.
La mayoría de los
niños quieren sobre todo ver el alma del juguete, unos al cabo de algún tiempo
de ejercicio, otros enseguida. La invasión más o menos rápida de ese deseo es
la que decide la mayor o menor longevidad del juguete. No tengo el valor de
reprochar esa manía infantil: es una primera tendencia metafísica. Una vez que
ese deseo se fija en la médula cerebral del niño, llena sus dedos y sus uñas de
una agilidad y una fuerza singulares. El niño da vueltas y más vueltas a su
juguete, lo araña, lo agita, lo golpea contra las paredes, lo tira al suelo. De
vez en cuando hace que recomience sus movimientos mecánicos, a veces en sentido
inverso. La vida maravillosa se detiene. El niño, como el pueblo que sitúa las
Tullerías, hace un esfuerzo supremo; por último lo entreabre, él es el más
fuerte. ¿Pero dónde está el alma? Aquí comienzan el estupor y la tristeza.
Hay otros que rompen
el juguete apenas lo tienen entre las manos, apenas examinado: en cuanto a
éstos, confieso que ignoro el sentimiento misterioso que los hace actuar. ¿Les
invade una cólera supersticiosa contra esos menudos objetos que imitan la
humanidad, o bien les hacen sufrir una especie de prueba masónica antes de
introducirse en la vida infantil? ¡Puzzling question!
1.
El texto que acabas de leer, ¿qué clase
de texto crees que es? Cuál es la idea general?
2.
Escoge un párrafo del ensayo. Subraya las palabras claves y Cambia
estas palabras claves de este párrafo por sinónimos. Reescríbelo en tu
cuaderno
3.
Realiza un resumen de este texto de 15
renglones.